Índice
1 Introducción
2 La necesidad pastoral actual
3 La estructura
4 El contenido
4.1 La primera etapa de la iniciación
4.1.1 El pre-catecumenado
4.1.2 El catecumenado
4.2 La segunda etapa de la iniciación
4.3 La tercera etapa de la iniciación
4.3.1 Los sacramentos (àSacramentos, centro dE LA liturgia)
4.3.2 La mistagogía
4.3.3 Orientaciones y adaptaciones
5 Conclusión
Referencias
1 Introducción
A petición del Concilio Vaticano II (SC,
n.64, CD, n.14, AG, n.14) se restableció el catecumenado de adultos,
culminando, tras la consideración de las experiencias de catecumenado en
diversos países, en la publicación del RICA, en 1972. El propio deseo
concilial de restaurar el catecumenado expresa la conciencia de que la
iniciación cristiana (à INICIACIÓN CRISTIANA) de entonces había perdido,
al menos en parte, su sentido originario.
De hecho, la iniciación cristiana
comprendía, hasta el siglo V, las siguientes etapas: 1) El anuncio de
Jesucristo para suscitar la fe y la conversión; 2) el catecumenado, con
una duración aproximada de tres años; 3) inscripción de los elegidos y
protocatequesis (homilía) por el obispo, durante la cuaresma; 4)
catequesis mistagógica, durante el tiempo pascual. (CAVALLOTTO, 1996,
p.8-11).
A partir del siglo V, con la conversión
masiva de cristianos, las exigencias pastorales acabaron por simplificar
drásticamente la iniciación cristiana. Se profundizó paulatinamente la
separación entre liturgia y catequesis. Se perdió la unidad de los tres
sacramentos de la iniciación: bautismo, crisma y eucaristía (ANCILLI,
1985, p.200). Por último, hasta el Concilio Vaticano II la catequesis
quedó prácticamente reducida a la transmisión de verdades conceptuales,
en detrimento del lenguaje litúrgico-simbólico de la patrística; y los
sacramentos pasaron a ser comprendidos a partir de categorías
filosóficas tales como hilemorfismo, causalidad, sustancia, etc.
(CHAUVET, 1988, p.87). Es cierto que en ese largo período no faltaron
intentos aislados de restauración de la iniciación cristiana, pero no
alcanzaron gran éxito.
Además, detrás del restablecimiento del
catecumenado, se encuentra no una mera vuelta al pasado de la iniciación
cristiana, sino la recuperación de un dato fundamental de aquel
período, la centralidad del misterio pascual de Cristo. Obviamente, esa
centralidad del misterio estuvo siempre “supuesta”, pero no siempre
“significada”. Esta sutil distinción entre “suponer” y “significar” (bezeichnen),
propuesta por K. Rahner (RAHNER, 1967, p.145-7), nos ayuda a percibir
que, de tanto estar implícita, la centralidad del misterio pascual de
Cristo acabó por quedarse en segundo plano, si no hasta olvida, como
insinúa el propio Concilio (SC, n.21).
Ahora bien, es sólo a partir del
encuentro personal con el misterio de Cristo que se inicia el proceso de
la conversión que culminará en la adhesión libre a su persona y misión,
como explicita la Introducción al Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos, n.1:
Este rito de iniciación cristiana está
destinado a adultos que, iluminados por el Espíritu Santo, oyeron el
anuncio del misterio de Cristo y, conscientes y libres, buscaban al Dios
vivo y comenzaron el camino de la fe y de la conversión. Por medio de
él, serán fortalecidos espiritualmente y preparados para una fructuosa
recepción de los sacramentos en el tiempo oportuno.
En esta breve
introducción aparece todo un horizonte de “vuelta a las fuentes”, como
deseaban los padres conciliares. La mención a la iluminación por el
Espíritu se refiere al contexto profundamente mistagógico de la
iniciación cristiana de los primeros siglos, caracterizada, entre otras
cosas, por una pneumatología y una cristología más explícitamente
desarrolladas. La expresión “oyeron el anuncio” se refiere a la
evangelización o anuncio querigmático, que antecedía a la iniciación
cristiana y a ella conducía. Luego, la primacía del proceso de atracción
y conversión a la fe cristiana pasaba por el anuncio del kerygma y no
tanto por el anuncio de verdades abstractas. Por último, el indicador de
una verdadera iniciación a la fe cristiana se daba no tanto por el
dominio cognitivo de la doctrina, sino sobre todo por la conversión
ética, testimoniada particularmente por los que más cerca acompañaban al
catecúmeno.
El RICA, por lo tanto, no es mera
recopilación de rúbricas, gestos y palabras normativamente establecidas.
Es, ante todo, un itinerario que nació en el seno de las primeras
comunidades cristianas, con el propósito de conducir no sólo a aquel que
desea adherirse a la fe cristiana, sino, junto con él, a toda la
comunidad de los fieles al buceo en el misterio pascual de Cristo. Se
trata del carácter eminentemente soteriológico de la iniciación
cristiana. Por eso el ritual no se destina tan sólo al catecúmeno, sino
principalmente a la comunidad cristiana (RICA, Observaciones preliminares generales, n.7) que una y otra vez “vuelve a las fuentes” de su propia razón de existir, porque es “ecclesia semper initianda
” (OÑATIBIA, 2000, p.6). De ahí la importancia de la unidad entre
catequesis, iniciación cristiana y liturgia (DGC, n.66). En fin, la
iniciación cristiana es algo que concierne a toda la comunidad cristiana
(RICA, n.41).
2 La necesidad pastoral actual
Considerando el hecho innegable de que
una porción significativa de los bautizados católicos no tuvo
propiamente una iniciación cristiana; que los países de misión y hasta
los países que antes eran predominantemente católicos, ahora se
enfrentan a un significativo contingente de adultos que se convierten al
cristianismo católico; que todavía persiste en nuestros días una
comprensión débil de la vida cristiana como frecuencia a la liturgia y
defensa de algunas verdades de fe, sin la consiguiente implicación
ética; que la propia liturgia es a menudo desfigurada por el ritualismo y
el rubricismo; y que aún permanece cierto distanciamiento entre
catequesis, iniciación cristiana y liturgia, se comprende, al menos en
parte, por qué razón todavía urge que la comunidad cristiana “vuelva a
las fuentes”.
Si por un lado esa “vuelta a las
fuentes”, alentada por los padres conciliares, puede ser comprendida
como un llamamiento para retornar a la tradición más antigua de la fe,
por otro, se puede también comprender, de modo aún más radical, como
vuelta a las fuentes de los sacramentos de la iniciación cristiana y,
por consiguiente, a la fuente bautismal. Es aquí donde el RICA ofrece a
toda la comunidad cristiana una “rica” posibilidad de renovación, en la
medida en que su progresiva implementación puede conducir a todos los
fieles a reencontrar no sólo las razones de su fe, sino el propio “autor
y consumador de la fe “(Hb 12,2).
3 La estrutura
En cuanto a la estructura, se puede
notar que cada conferencia episcopal hizo pequeñas adaptaciones, en
función de las necesidades pastorales locales.
En líneas generales la estructura básica del RICA es la siguiente:
- Observaciones generales preliminares sobre la iniciación cristiana
- Introducción al Rito de la iniciación cristiana de adultos
- El catecumenado y sus etapas:
- 1ª etapa:
- Entrada: acogida, presentación, exorcismos, entrega de los Evangelios;
- el Catecumenado: exorcismos, bendiciones, unción, entrega del Símbolo, entrega de la Oración del Señor;
- 2ª etapa: Tiempo de la purificación e iluminación:
- Elección
- el triple escrutinio
- 3ª etapa: Sacramentos de la iniciación cristiana
- el Bautismo, la confirmación y la eucaristía
- Mistagogía
- Ritos especiales: ritos simplificados / abreviados, para adultos ya
bautizados, para niños, para acogida de los bautizados válidos en otras
tradiciones cristianas
En la propia estructura del RICA ya
aparece claramente el rescate de la gradualidad del proceso de
introducción al misterio de la fe cristiana. Además, el RICA demarca
claramente la necesidad de un rito distinto para el bautismo de adultos y
otro para el de niños, realidad que pastoralmente aún no había sido
solucionada en todas partes.
En lo que se refiere a la estructura y al contenido, el RICA se inspira básicamente en la Tradición Apostólica de Hipólito (siglo III) y en el Sacramentario Gelasiano (siglo V).
4 El contenido
Las Observaciones preliminares generales
que abren el RICA se destinan básicamente a presentar una profunda
teología del bautismo, instrucciones prácticas sobre los papeles de cada
uno con relación al rito y al bautizado, las exigencias básicas para la
realización del bautismo y posibles adaptaciones. Especialmente el
primer párrafo es de una capacidad de síntesis teológica difícil de
superar:
Los seres humanos, liberados del poder
de las tinieblas, gracias a los sacramentos de la iniciación cristiana,
muertos con Cristo, con él sepultados y resucitados, reciben el Espíritu
de hijos adoptivos y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de
la muerte y de la resurrección del Señor .
La larga Introducción (RICA,
n.1-67) mezcla orientaciones prácticas, teología de la iniciación y una
verdadera catequesis mistagógica. Se destacan el acento en el papel del
testimonio y de la participación de la comunidad cristiana para la
iniciación de los catecúmenos; las etapas y “tiempos de información y
maduración”; la recomendación de que determinadas etapas suceden
concomitantemente al ciclo pascual (RICA, n.1-8).
Además de las observaciones previas y de
la introducción general, el RICA presenta antes de cada rito una serie
de nuevas orientaciones y observaciones. Todas ellas serán analizadas
conjuntamente aquí según la etapa de la iniciación a que se refieren.
Para la Liturgia de la Palabra, el RICA
ofrece una abundante y cuidadosa selección de textos bíblicos más
adecuados al contexto teológico de cada rito, además de acoger también
algunas sugerencias del Elenco de las Lecturas de la Misa (RICA, n.92).
4.1 La primera etapa de la iniciación
4.1.1 El pre-catecumenado
Merece especial mención la importancia dada en la Introducción
a la evangelización o pre-catecumenado. El texto insiste en el anuncio
querigmático como el camino por el cual el Espíritu conduce a la persona
“simpatizante” (RICA, n.12) a la experiencia de la fe (RICA, n.9-10).
Es sólo después de esa experiencia inicial de ser alcanzada por la
gracia que la persona es acogida al catecumenado. Esta preocupación con
la evangelización previa es bastante consecuente, en la medida en que,
al ignorarla, se corre el riesgo de reducir nuevamente la iniciación
cristiana a la apropiación de verdades doctrinales y mantener el
catecúmeno al margen de la experiencia salvífica del encuentro con el
misterio de Cristo, especialmente en aquellos casos en que las
motivaciones para la conversión son espurias.
4.1.2 El catecumenado
A fin de evitar equívocos sobre el
significado de la etapa del pre-catecumenado, el RICA orienta para que
se observe en el candidato al catecumenado los signos o las siguientes
condiciones: el “inicio de conversión, de fe y de sentido eclesial”
(RICA, n. 68), el ” deseo de cambiar de vida y entrar en relación
personal con Dios en Cristo”, la “costumbre de rezar”, y la “experiencia
de la comunidad y del espíritu de los cristianos” (RICA, n.15). Sólo
entonces el candidato podría ser acogido al catecumenado.
Los ritos relativos al catecumenado se
dividen en dos momentos, el de la celebración de entrada en el
catecumenado y los ritos relativos al tiempo del catecumenado
propiamente dicho. Es importante notar que el catecumenado puede durar
varios años (RICA, n.98), a lo largo de los cuales se distribuyen los
diversos ritos propuestos para el catecumenado. Especial lugar
corresponde a las celebraciones de la Palabra de Dios que tienen por
finalidad: grabar en los corazones de los catecúmenos la enseñanza
recibida en cuanto a los misterios de Cristo y la manera de vivir que de
ello deriva, llevarlos a saborear la oración e introducirlos en la
liturgia (RICA, n.106).
A partir do rito de entrada no
catecumenato, os catecúmenos “já fazem parte da família de Cristo”
(RICA, n.18). Daí a importância da ativa participação de toda a
comunidade (RICA, n.70). Essa celebração de acolhida ao catecumenato
compreende apenas a recepção dos candidatos, que fazem uma primeira
adesão a Cristo, a assinalação da fronte e dos sentidos, a Liturgia da
Palavra e a despedida.
A partir del rito de entrada en el
catecumenado, los catecúmenos “ya forman parte de la familia de Cristo”
(RICA, n.18). De ahí la importancia de la activa participación de toda
la comunidad (RICA, n.70). Esta celebración de acogida al catecumenado
comprende sólo la recepción de los candidatos, que hacen una primera
adhesión a Cristo, la signación en la frente y en los sentidos, la
Liturgia de la Palabra y la despedida.
Durante el período del catecumenado
propiamente dicho, varios medios son ofrecidos al catecúmeno para su
maduración en la fe: 1) la catequesis, marcada por la liturgia, por el
conocimiento de los dogmas y preceptos y, fundamentalmente, por la
“íntima percepción del misterio de la salvación”; 2) la familiaridad con
las prácticas de la vida cristiana: testimonio, oración, caridad,
progresiva conversión; 3) ritos litúrgicos y celebraciones de la Palabra
para los catecúmenos; 4) la cooperación, a través del testimonio y de
la profesión de fe, con la misión de la evangelización; 5) los
exorcismos, bendiciones y unciones; 6) la elección de padrinos (RICA,
n.19-20, 98-105).
Las entregas del Símbolo y de la Oración
del Señor pueden ocurrir durante el catecumenado o ser pospuestas para
la segunda etapa, según se considere más oportuno (RICA, n.125).
4.2 La segunda etapa de la iniciación
Según la Introducción, el
tiempo de la purificación e iluminación, que normalmente debería ocurrir
durante la cuaresma, se consagra a “preparar más intensamente el
espíritu y el corazón” (RICA, n.22) de los catecúmenos.
a) Elección o inscripción del nombre
En esta etapa son “elegidos” aquellos
catecúmenos que ya alcanzaron la madurez suficiente de la fe y de la
caridad y desean participar de los sacramentos de la iniciación
cristiana. A partir de ese momento, estos catecúmenos pasan a ser
llamados “elegidos”, “competentes” o “iluminados”, refiriéndose a la luz
de la fe (RICA, n.22-24). La elección marca el fin del catecumenado
propiamente dicho y sólo debe suceder después de la aprobación del
catecúmeno por aquellos que lo acompañaron de cerca, entre ellos, los
padrinos, que, a partir de ahora, asumen ante la comunidad su misión
(RICA, n. 133-139).
La celebración de la elección, que debía
ocurrir en el primer domingo de la Cuaresma, comprende la liturgia de
la Palabra, la presentación de los candidatos, el examen y la petición
de los candidatos, las oraciones y la despedida (RICA, n.140-150).
b) Triple escrutínio
La “purificación” propia de esta etapa
consiste en acentuar más la vida interior que la catequesis, en los
ejercicios del examen de conciencia y de la penitencia, culminando en
los escrutinios realizados los domingos y que llevan a los elegidos a
una mayor liberación del pecado y del mal. La “iluminación” se refiere
especialmente a la fe, ritualizada por la entrega del Símbolo, y la
acogida del espíritu de filiación que permite llamar a Dios Padre y que
es ritualizada por la entrega de la Oración del Señor (RICA, n.25-26).
El término “escrutinio” significa,
etimológicamente, el acto de examinar rigurosamente. En el contexto del
rito, el examen es hecho por la propia Trinidad, que en las oraciones
por los elegidos y en los exorcismos es invocada para sondar al electo,
purificarlo, orientarlo en sus propósitos, despertarle la conciencia del
pecado y estimularle la voluntad y los deseos (RICA, n. 154-164). Por
último, los tres escrutinios, realizados durante los días 3º, 4º y 5º de
la Cuaresma, son tematizados en función de los respectivos Evangelios:
samaritana (agua viva), ciego de nacimiento (luz) y la resurrección de
Lázaro (resurrección y vida).
La etapa de la purificación e
iluminación se concluye con una celebración prevista para el Sábado
Santo, antes de la Vigilia Pascual. Se trata de los ritos de la
recitación del Símbolo, del Éfeta (Escuchar) y de la elección del nombre cristiano, si es el caso. (RICA, n.194-203).
4.3 La tercera etapa de la iniciación
4.3.1 Los sacramentos (Sacramentos, centro de La liturgia)
Esta etapa comprende los sacramentos del
bautismo, confirmación y eucaristía y se concluye con la mistagogía. El
RICA, aunque no se extienda mucho sobre la teología de los sacramentos,
presenta de manera sintética el sentido teológico de cada uno de los
tres sacramentos. Sobre el bautismo, destaca su carácter trinitario, la
alianza que se realiza con Cristo, la participación en su misterio
pascual y en su filiación y la consiguiente agregación al pueblo de
Dios, la importancia del símbolo del agua, de los ritos de la renuncia y
profesión de fe (RICA, n.28-33, 210-211). Sobre la confirmación, se
acentúa la efusión del Espíritu como en Pentecostés y el nexo entre los
sacramentos de la iniciación (RICA, n.34-35, 229-231). Y sobre la
Eucaristía, se destaca la elevación de los neófitos a la dignidad del
sacerdocio real, participando en la “acción sacrificial” y recitando la
oración del Señor, y, por último, el sentido de la comunión del Cuerpo y
la Sangre del Señor como confirmación de los dones recibidos y
anticipación de los eternos (RICA, n.36).
Los tres sacramentos de la iniciación
cristiana se realizan de una sola vez, preferentemente durante la
Vigilia Pascual. El RICA destaca la importancia de mantener el rito de
la bendición del agua, aunque los sacramentos no ocurran en la Vigilia
Pascual, dada la función mistagógica de esa bendición.
4.3.2 La mistagogía
En cuanto al tiempo de la mistagogía, se
define como un tiempo de “conocimiento más completo y fructífero de los
misterios a través de las nuevas explicaciones y sobre todo de la
experiencia de los sacramentos recibidos” (RICA, n.38). Lo que se desea
es que los neófitos adquieran un “nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y
del mundo” y establezcan una relación más provechosa y estrecha con los
fieles de la comunidad (RICA, n.235). A la mistagogía se destinan
especialmente las “misas por los neófitos” o las misas de los domingos
de Pascua (RICA, n.236).
El término del tiempo de la mistagogía coincide con el término del tiempo Pascal.
4.3.3 Orientaciones y adaptaciones
La Introducción se concluye con
orientaciones prácticas y exhortaciones sobre la participación de la
comunidad en todo el proceso de la iniciación cristiana, empezando por
la evangelización o pre-catecumenado. Se extiende sobre la función e
importancia del introductor, del padrino, del obispo local, de los
presbíteros, de los diáconos y de los catequistas. Y concluye con
orientaciones sobre las adaptaciones posibles del ritual de la
iniciación, conforme a las exigencias pastorales de cada lugar; y sobre
los tiempos más adecuados para cada etapa (RICA, n.41-67).
El RICA ofrece una serie de ritos
adaptados a las diversas circunstancias: 1) simplificado para los casos
en que el candidato no puede recorrer todas las etapas de la iniciación
(RICA, n.240-277); 2) abreviado para adultos en peligro de muerte (RICA,
n.278-294); 3) para adultos bautizados en la infancia y que no
recibieron la debida catequesis (RICA, n.295-305); 4) para la iniciación
de niños en edad de catequesis y que no fueron bautizados (RICA,
n.306-369). El RICA concluye con un apéndice, en el que se presenta el
rito para la admisión en la plena comunión de la Iglesia Católica de las
personas ya bautizadas válidamente.
5 Conclusión
Considerando que el Concilio Vaticano II
estaba interesado principalmente en la satisfacción de las necesidades
pastorales más urgentes de la Iglesia, especialmente en un diálogo más
profundo con el mundo, que pone de relieve las principales aportaciones
hicieron posible la restauración del catecumenado como propone el RICA:
1) El rescate de la iniciación cristiana
en su vínculo con la liturgia, la catequesis y la vida comunitaria. La
comunidad cristiana es, en su totalidad, la que, por la gracia divina,
conduce al candidato a la participación progresiva en el misterio de
Dios. Y mientras hace la iniciación, la comunidad cristiana es ella
misma reintroducida en el mismo proceso de vuelta a las fuentes de la
fe.
2) La recuperación de la mistagogía, tan
utilizada en la Patrística. El término mistagogía, utilizado por los
Padres, poseía innumerables significados: la celebración de los
sacramentos de la iniciación cristiana, la catequesis sobre los
sacramentos; una teología que se nutre de la experiencia litúrgica; el
último período del catecumenado; el camino de iniciación al misterio de
Dios, etc. (FEDERICI, 1985, p.163-245). La mistagogia se presenta hoy,
como muy propicia para el diálogo con el contexto posmoderno, en la
medida en que sobrepasa aquel discurso excesivamente gnosiológico y
racional de la Edad Media tardía, acogiendo la riqueza del símbolo, de
la metáfora, de la expresión y de los sentidos corporales para atraer,
presentar e introducir los misterios de la fe cristiana.
3) El acento en la verificación ética
del proceso de la iniciación como criterio para la recepción de los
sacramentos de la iniciación cristiana; al mismo tiempo que se presenta
como un desafío para su implementación, valora la centralidad del
seguimiento de Jesús como el verdadero signo de la identidad cristiana.
Esto significa que no es tan sólo la ortodoxia, sino sobre todo la
ortopraxis que identifica al verdadero discípulo de Cristo, lo que no es
más que la reafirmación del criterio juanino: “Si alguno dice: ‘Amo a
Dios’, y odia a su hermano , es un mentiroso “(1Jn 4,20). Sin embargo,
la ética no es sólo el criterio de entrada a la comunidad de los
cristianos. El propio RICA, y por extensión toda liturgia cristiana,
pretende configurar la asamblea reunida a Cristo, llevándola a pensar,
sentir y actuar como Cristo. Se trata, pues, de la recuperación del
conocido axioma teológico: lex orandi, lex credendi, lex agendi
(la norma del orar es la norma del creer y del actuar). De ahí la
insistencia del RICA en el tema de la conversión a lo largo de los
diversos ritos, utilizando con frecuencia, especialmente en el caso del
bautismo, de las antítesis “vida-muerte”, “luz-tinieblas”, “viejo-nuevo”
etc. Eloquente a ese respecto es el rito de entrada en el catecumenado,
al sugerir la siguiente alocución al que preside la celebración:
La vida eterna consiste en conocer al
verdadero Dios y a Jesucristo, a quien él envió. Resucitando de los
muertos, Jesús fue constituido, por Dios, Señor de la vida y de todas
las cosas, visibles e invisibles. Si quieren ser discípulos suyos y
miembros de la Iglesia, es necesario que sean instruidos en toda la
verdad revelada por él; que aprendan a tener los mismos sentimientos de
Jesucristo y procuren vivir según los preceptos del Evangelio; y, por
tanto, que amen al Señor Dios y al prójimo como Cristo nos mandó hacer,
dándonos el ejemplo. (RICA, n.76)
5) La reiterada referencia a la
centralidad del misterio pascual de Cristo. La implementación del RICA
puede efectivamente ser una fuente continua de catequesis y de
espiritualidad para la comunidad cristiana en la medida en que,
pedagógicamente, la conduce al núcleo de la fe cristiana, lo que
favorece enormemente el discernimiento sobre la jerarquía de las
verdades en la Iglesia, impidiendo así que el secundario acabe por
ocupar el primer puesto, cosa que desafortunadamente todavía aflige
innumerables comunidades cristianas.
6) La valoración de la Biblia para la
introducción a la fe. Todas las oraciones y gestos propuestos por el
RICA son acompañados de una fundamentación bíblica en algún evento de la
historia de la salvación, como explicita de forma paradigmática la
bendición del agua para el bautismo. De esta forma, el RICA reubica la
liturgia y las Sagradas Escrituras como los lugares ineludibles de la
catequesis. De hecho, una catequesis que se aparta de la liturgia
cristiana y de las Escrituras deja de ser iniciación a la fe cristiana y
se vuelve una introducción fenomenológica a la religión cristiana. La
diferencia entre ambas es que en aquella el individuo es conducido a la
experiencia de la fe, y en ésta a la experiencia cognitiva sobre la
religión cristiana. En aquella nace un discípulo, en ésta un conocedor
de la religión.
7) El RICA recoloca, a través de su
propuesta, la liturgia como actualización de la historia de la salvación
a través de acciones simbólico-sacramentales (→ SÍMBOLO Y SACRAMENTO),
como expresión de la acción salvífica de Dios en la historia (SC, 9-10).
Y, justamente por su carácter simbólico, la liturgia abre al fiel a las
interminables experiencias con el misterio de Dios Uno y Trino. Es en
este horizonte que la praxis humana es mistagógicamente movida para la
identificación con la causa y la persona de Jesús de Nazaret, en la
obediencia al Padre, en la fuerza del Espíritu Santo.
8) Finalmente, el RICA se presenta como
una forma de rescate de la liturgia como lengua materna del creer. Antes
de que el catecúmeno comprenda más profundamente el misterio de la fe,
él es introducido a llamar a Dios como lo hace la comunidad cristiana,
valiéndose de términos como: Padre, Hijo, Espíritu Santo, Señor, Luz,
Amor, Creador, Redentor, etc. Lo confirma, por ejemplo, el rito de
entrega del Símbolo al catecúmeno, el rito de entrega de la Oración del
Señor y el rito de entrega del Evangelio. Toda esta iniciación al
contenido de la fe, que, insistimos, también es iniciación al lenguaje
de la fe y, más exactamente, iniciación a nombrar a Dios, expresa que
ese nombrar a Dios no es algo accesorio, ni ingenuo. El modo en que Dios
es nombrado se vincula estrechamente al modo en que Dios es entendido y
acogido. De hecho, detrás de cada forma de referirse a Dios hay una
peculiar revelación divina (LÖHRER, 1972, p.276-8).
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FUENTE:
http://theologicalatinoamericana.com/?p=1456